Un rayo de luz y de esperanza:
No sé cuánto tiempo estuve así, pero en un momento dado me dormí, cuando desperté estaban llamándome:
-Niñita, te llaman vas a ir a una casa dónde vivirás aislada por el resto de tu vida.
Era la Isabel que tenía los ojos rojos, supuse que yo también los tenía, y me dijo:
-Linda te quedarás en mi casa tengo, un cuarto extra ¿Cómo te llamas?-me tomó un buen rato entender por qué estaba actuando como si no me conociera, luego caí en cuenta de que si decía que me conocía obviamente no me iban a dejar irme con ella.-
-Lola, y ¿usted?
-Isabel, vámonos linda estrás agotada y con mucha hambre.
Nos fuimos al carro de Isabel sin no antes qué me dijeran que debía portarme bien y me dijeran en los lugares en dónde no debía estar y decirle a la señora Martínez las cosas que no debía dejar que yo hiciera.
En el carro Isabel ella me abrazó me dio un beso y me dijo:
-Lola, ¿cómo estás? Se nota que has llorado mucho, te voy a hacer una rica comida y tendrás una cama confortable y yo que pensaba que tu madre era mala y ni tienes mamá.
-Isabel me siento pésimo yo… amo a Ernesto- cuándo dije su nombre la voz se me quebró- con todo mi corazón y a mi papá lo amo también estoy preocupada por mis amigos y siento que todo el mundo sufre por mi culpa.- me eche a llorar de nuevo pero está vez tenía a alguien para consolarme-
.Linda esto no fue culpa tuya si no de la gente inepta que no entiende que aunque la gente sea diferente hay que aceptarlo, y yo se que algún día el bien vencerá. No puedo creer que la gente no tenga piedad.
Llegamos a la casa de Isabel y por suerte yo había dejado algunas prendas y pijamas de las que me había comprado aquel día feliz que ahora parecía lejano. Entre en el cuarto tan familiar que ahora si era mi habitación me puse la pijama y busque entré mis pantalones ahora sucios su celular que… sí todavía estaba ahí pero dañado estaba todo golpeado y abollado. ¡Rayos! Atravesé el pasillo hasta llegar al cuarto de Ernesto entré allí y encontré una foto que nos habíamos tomado el día del colegio encima de su cama la agarré y me puse a llorar. Llorando me arropé con sus sábanas que olían a su perfume de hombre sexy, y me puse a llorar más fuerte me aferré a la foto y a las sábanas. Me quedé dormida e Isabel fue la que me despertó diciendo:
-Lola, estás bien ¿qué haces aquí?
-Isabel, nada no pasa nada estoy muy bien.
-No me parece linda, pereciera cómo si hubiese llorado mucho.
Le enseñé la foto y ella soltó también unas lágrimas pero se las secó rápidamente y le dije:
-Isabel, no temas a llorar por mí.
-Isabel, no temas a llorar por mí.
-Lola, no sabes lo difícil que la debe estar pasando tu papá en este momento, los padres somos fuertes pero los niños son más débiles, para mí, no es fácil llorar porque mi hijo está lejos y si no lo pienso y lo retraigo me siento mejor.
-Isabel llorar no es malo, vamos a llorar juntas.
Isabel se abrió y empezó a llorar conmigo.
Pasaron los meses estábamos en octubre y ahora era diciembre, hacía más frió. Isabel y yo estábamos cenando en el comedor porque era 24 de diciembre e Isabel y yo habíamos hecho un pacto de montar una feliz Navidad para levantarnos los ánimos nos habíamos comprado regalos y todo. Cuando de pronto escuchamos un montón de gente que va caminado por la calle, era una marcha.
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